La literatura, en estricta dialéctica educativa, no es la historia transmitida en tediosa letanía de autores, obras y críticas más o menos apresuradas. La literatura es, simplemente, el texto literario, y es éste al que hemos de pedirle, aparte del cumplimiento de otras funciones, su contribución a la formación poética humanística, del alumno, que sin preferir el gusto por la belleza, descubrirá – redescubrirá en ocasiones en la creación literaria, y potenciará con la misma, afirmaciones e hipótesis vitales, propias o ajenas.
Ciertamente “el escritor escribe porque siente la necesidad de desprenderse de una cosa, y sólo puede lograrlo desposeyéndose de ella en provecho de los demás”. Es así que estas actitudes acrecientan la transmisión y favorecen la enseñanza, siendo la obra literaria el canal de comunicación a través del cual se les transfieren conocimientos y sentires, fenómenos y situaciones, con los que se van formando, cargándose de verdades, de estímulos y de asertos revelados.
La literatura es algo más que una asignatura, que una materia en el ciclo de la enseñanza: es un posicionamiento que el ser humano ha de ocupar en la vida.
Ciertamente “el escritor escribe porque siente la necesidad de desprenderse de una cosa, y sólo puede lograrlo desposeyéndose de ella en provecho de los demás”. Es así que estas actitudes acrecientan la transmisión y favorecen la enseñanza, siendo la obra literaria el canal de comunicación a través del cual se les transfieren conocimientos y sentires, fenómenos y situaciones, con los que se van formando, cargándose de verdades, de estímulos y de asertos revelados.
La literatura es algo más que una asignatura, que una materia en el ciclo de la enseñanza: es un posicionamiento que el ser humano ha de ocupar en la vida.
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